MI CASA NUEVA
Era
un día gris. Sí, parecido a los vuestros, lo único que cambió es que en los
vuestros normalmente tenéis ganas de jugar con la lluvia, en cambio en el mío
no tenia ganas de levantarme de la cama pero, claro, mi madre ayer ya me lo
dejó bien claro. Me levanté y vi la misma escena con la que me dormí. Para que
os hagáis una idea: Imaginaos vuestra habitación llena de cajas sin ningún
cuadro ni un mísero despertador y esas cajas a rebosar de todos tus trastos. Claro,
que como os imaginareis era una mudanza, y no me apetecía nada de nada, pero en
fin, así son las madres tienen un lado cariñoso pero también tienen un lado
endemoniad. Yo creo que las mujeres procedemos de una larga estirpe de
extraterrestres súper reñidores o que somos medio leonas o que nos falta la
neurona de la compasión. Mira, eso si que no lo sé. Pero lo que si se, es que
son el contrario de los padres. Ellos también tienen un lado malo, como cuando
mamá sé prueba unos pantalones y le pregunta a papá: ¿Como me quedan? Y papá
dice: Bien. Y ella pregunta de nuevo ¿pero me hacen culo? Y papá suelta: pues
el que tienes. El problema es que los
padres no tienen la neurona de la consecuencia y las madres…
Bueno, a lo que vamos, cuando
entré en el coche fue un viaje al futuro, bueno mejor dicho un viaje al pasado.
Llegamos a un pequeño pueblo que estaba por encima de una montaña. La gente era
un poquito extraña, se parecía un poquito al pueblo, a ver como se llama… ¡Ah
sí, Calenda! el de la serie Luna.
La verdad es que estaba un poco triste, pero
cuando vi la casa me puse a bailar. ¡Era
gigantesca! Y al lado tenía un gran jardín lleno de flores. Pasó el día y…
¡Vaya día! Caja por aquí caja por allá, buff… estaba harta, la verdad.
La
casa había quedado preciosa, estupenda, en fin… magnífica. Por la noche oí
voces de niñas cantando una canción un poco rara. Miré por la ventana y por el
jardín vi como unas pequeñas luces bailando en circulo, era un espectáculo
impresionante. Con camisón y todo bajé al jardín y me escondí detrás de los
girasoles… ¡Madre mía del amor hermoso! -con esta frase ya parezco mi abuela, pero
bueno, por algo soy su nieta ¿no?- ¡Eran hadas! Hadas de verdad. Su canción
decía algo así… somos las hadas y esta es nuestra reunión, si alguien la
profana, él será el perdedor… La verdad es que yo ya no necesitaba ir al baño.
Sin comentarios por favor.
Pero
bueno, subí las escaleras de la casa tan inmensa, y fui a mi habitación, la
verdad es que me dormí enseguida. Por la mañana me vestí y baje corriendo al
comedor, se lo intenté contar todo a mi madre, pero no me hizo ningún caso,
dijo: ¡Que mona ella con sus haditas! Yo repliqué: Mamá que ya tengo doce años.
–Eso digo yo, solo tienes doce años. En fin, ese es otro lado de las madres se
creen que somos tontas o ¿qué? porque la verdad, las que lo aparentan son
ellas, lo siento por si hay alguna madre escuchando este relato.
Después de desayunar cogí una lupa, me puse mi gabardina, como lleva
Laura la detective, y me puse a explorar la casa. Pero mi sorpresa fue, que al
abrir una puerta encontré una inmensa biblioteca y solté un: ¡Ala! pero, mejor
dicho, lo que diría un detective: ¡Eureka!
La
verdad es que no me sorprendí mucho al ver que todos los libros de toda la sala
eran ¡el mismo título de la misma editorial! Todos eran idénticos “Madre mía
del amor hermoso, todos tienen el título: Las hadas. Esto comienza a dar un
poquito de “yuyu” y con ese “yuyu” me marché pitando. Y cuando conseguí
tranquilizarme, volví de nuevo a la biblioteca, cogí un libro y descubrí entre
las hojas un trozo de papel, cogí otro y otro y otro y otro. En todos había un
trozo de papel. ¡Es una carta! Exclamé. Pero falta un trozo.
Volví
a revisar todos los libros, cuando me faltaba uno, mi madre me llamó para ir a
comprar el pan, yo cogí el libro, y lo
estaba revisando por la calle cuando se me acercó una señora y me dio un trozo
de papel. Después se fue corriendo y cuando lo vi chillé: ¡Es el trozo que me
falta!!!!!!”, y me fui corriendo sin pan ni nada, que por cierto la pobre mamá
se quedó sin pan, pero la verdad es que no me importó un rábano.
Cuando
llegué uní los trozos y descubrí un texto que ponía: Las hadas solo conceden un
deseo.
Al
caer la noche, otra vez con camisón, fui donde estaban las hadas y susurrando
dije: “Deseo volver a mi antigua casa con una piruleta”, y de repente me
desperté en mi antigua cama: “Mi antigua casa, pensé que todo había sido un
sueño”, hasta que me noté algo en la mano ERA UNA PIRULETA!!!!!!.
Entonces
aprendí dos cosas, la primera es que los sueños pueden hacerse realidad, y la
segunda, fue….., bueno que al ver la piruleta…. me volví a ahorrar otro viaje
al baño.
Clara Ferrándiz
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